De puesto en puesto

Paseaba entre los puestos del mercados, solo, buscando algo para Hnos. Había conseguido que una de las nereidas de los estanques me trajera aquí. Observé un collar de perlas que vendía una anciana. Lo medité un poco y luego seguí caminando. Las perlas eran muy corrientes.

Casi aplasté entre mis manos el anillo que sostenía entre mis manos al descubrir a Hnos entre la multitud. Una diosa entre mortales. Era demasiado hermosa como para que cualquier ojo la contemplara... Vaya, ya me ponía tierno. Dejé el colgante y me intenté escabullir (de vez en cuando metiendome debajo de algún tenderete...)

Llegué a un puesto y desde allí vigilé a Hnos. Cogí un broche y lo examiné mientras la miraba disimuladamente.
- ¿Lo quiere, señor?- preguntó una anciana.
- ¿Eh?- la miré.- No, no.- dejé el broche.- Gracias.- seguí andando.

Cerré los ojos y apreté la mandíbula. Vaya, me había pillado. ¿Pero qué clase de guerrero era? Me giré a Hnos un poco irritado.
- Hola.

Me crucé de brazos y por toda respuesta, dije:
- Era una sorpresa.

Su postura no me intimidó.
- Mis razones tengo para hablar con esas escamosas... Y sí, para eso me he "aliado" con las nereidas.

Sacudí la cabeza.
- Mm... Ya sabes. Una de esas sorpresas que te sorprenden.- respondí.

Correspondí a su sonrisa con otra.
- Lo sé. Por eso me quieres, ¿verdad?- dije con gallardía.

Respondí al beso y la abracé. Después, me separé lentamente de ella. Le sonreí cariñosamente.
- ¿Vamos de tiendas?

[[Pero qué raro me ha sonado eso... ]]

Le dirigí una sonrisa torcida y la agarré de la cintura, pegándola a mi.
- Vamos, pues.

[[Sin comentarios ... ]]

- Ningún hombre en su sano juicio vivo- recalqué. Sonreí.- Yo ya no estoy vivo. ¿Qué puedo temer?- la besé en los labios.

Sonreí también y me separé. Seguí andando entre los diferentes puestos sin soltar la mano de Hnos y sin ver nada especial.

- Porque es corta y cada momento puede ser el último. Por eso es especial- la miré.